Recuerdo el 9 de abril de 1952 bajo el cielo de metal azul de Oruro, cuando los mineros de San José se descolgaron desde los cerros y nuestro pueblo mostró la fuerza de sus brazos y el calor de su sangre y tomó la ciudad y liquidó la marcha de los regimientos del sur sobre La Paz. ¿Quién sabe ahora de esas horas? Definición de balazos en los extramuros de un cuartel terroso, conjuración más bien caótica como el corazón de un cholo. Aquel día fue resolutivo para los bolivianos que ahora tenemos menos de treinta años. Hasta entonces habíamos vivido en la servidumbre de las buenas intenciones y en la niebla emocionada de los planes heroicos. Vivíamos en el trabajo de los dogmas satisfechos y el miedo doctrinal, en un estado de duda viviente en el que todas las ideas nos bastaban porque no teníamos ideas activas. Las buenas abstracciones no servían para sacarnos del agravio natural, de la frustración infalible que nos esperaba de no haber llegado aquel día de abril, que fue un día de sangre cumplida y de muerte derramada pero también de un nacimiento histórico.
[…] Así supimos que cada hombre es en cierta medida del tamaño de su país y que la nacionalidad es un elemento del yo, que el yo individual no se realiza sino a través del yo nacional…”
Rene Zavaleta Mercado – fragmento autobiográfico de 1962
Con estas palabras Rene Zavaleta Mercado recuerda uno de los levantamientos populares más importantes de la historia boliviana. Levantamiento que acompañó de cerca y marcó su vida para siempre. Años después escribiría que, sin los métodos y formas socialistas, no se hubiesen podido cumplir las tareas nacionalistas de la revolución.

A pesar de los errores que se pudieron haber cometido en aquel momento, como el permitir que grupos ajenos al bloque popular se adueñaran del poder, el levantamiento dejó una imborrable marca en la memoria de Nuestra América. Las victorias revolucionarias que llegaron después – desde la nacionalización de los recursos naturales hasta el nacimiento del Estado Plurinacional – están impregnadas de la rebeldía desatada el 9 de abril del 52, fecha en la que los oprimidos lograron (una vez más) hacerle frente a un poder que se consideraba intocable y eterno. ¡Gloria a los caídos en la revolución del 52!
Deja una respuesta