Hace un par de años publiqué un artículo sobre el rol de las mujeres en la revolución de 1952. Cuando comencé a escribirlo esperaba encontrar alguna historia oculta, de esas que se dejan bajo la alfombra, que pasan desapercibidas, que sorprenden y alegran, aunque tengan el nombre propio de una sola mujer, una de esas heroínas perdidas. Pero no, no encontré nada de eso. Solamente la repetición de la gris y mediocre historia de apocamiento de las mujeres y su fuerza. Historia que se repite no solo aquí, sino en toda América Latina.

En las revoluciones sociales las mujeres acaban involucrándose en distintos niveles, no solamente porque lo desean, sino porque son necesarias. En el caso boliviano la necesidad eventualmente desapareció y las mujeres se convirtieron en una presencia incómoda para quienes vieron su masculinidad y protagonismo amenazados por la presencia violenta y “masculina” de las mujeres que no se limitaban a cumplir con sus roles “femeninos”. Los estudios que pude encontrar sobre la Revolución prestan atención al rol de las mujeres enfocándose en su activismo político durante los primeros años del gobierno del MNR y en los cambios legales que tuvieron efectos positivos en sus vidas, y terminan mencionando a Lidia Gueiler y el hecho de que fuese la primera (y no se dice nada sobre que también la única) presidenta del país.

Sin embargo, sin negar en absoluto el carácter excepcional de dicho activismo político y de su relevancia para las luchas sociales contemporáneas, la verdad es que, en el caso de las mujeres, la Revolución no determinó grandes conquistas. En el campo político, aunque las mujeres fueron inicialmente consideradas colaboradoras, fueron luego excluidas de los espacios de participación, mientras las mujeres indígenas, al igual que sus pares varones, fueron sujetas a un proceso de aculturación y campesinización que, en algunos casos, terminó por despojarlas de sus roles tradicionales al interior de las comunidades. Qué les sucedió a todas aquellas mujeres comprometidas con la Revolución una vez que el Estado falló y la economía entró en colapso? Terminaron retirándose del campo político hacia una lucha diaria por alimentar a sus familias, en parte debido a la actitud paternalista de los hombres en el gobierno, en los partidos políticos y en los sindicatos. A las mujeres que habían clamado por una genuina equidad entre los sexos –en el gobierno y en el hogar– se les dijo que no era el momento, la nación era demasiado frágil, el enemigo demasiado fuerte, se les dijo que debían ser pacientes y esperar a que se alcancen los objetivos nacionales: solo entonces se podría resolver los problemas entre hombres y mujeres.

En el campo legal, la mayor parte de las reformas relativas a la mujer sucedieron antes de la Revolución y aquellas formuladas durante el gobierno del MNR estaban dándose también en los países vecinos como parte de un movimiento histórico de transformaciones sociales. De todos los cambios en la esfera legal, pocos llegaron a afectar positivamente la vida de las mujeres y prácticamente ninguno fue tan drástico como se esperaría de una revolución de la magnitud de la Revolución Nacional. Quizás uno de los cambios más importantes en el campo legal que permite entender el impacto de la Revolución en las vidas de las mujeres, principalmente de las mujeres las indígenas, fue la reforma educativa, reforma que buscó homogeneizar a las sociedades indígenas con el objetivo de resolver los problemas sociales y económicos cuya causa, se pensaba (y en algunos espacios se piensa aún), era la existencia de dichas sociedades. Este debía ser el primer paso para resolver el problema más antiguo y profundo de todos aquellos que afectaban al país, el problema que no nos permitía convertirnos en una nación moderna, ese que Zabaleta llamó “el problema del indio”. El proyecto de homogeneización de la reforma educativa junto con el de la incorporación de las sociedades indígenas a la estructura estatal, en parte a través de la reforma agraria, generaron nuevos problemas sumamente complejos que continúan manifestándose el día de hoy.

Las principales transformaciones en la vida de las mujeres y en el lugar que ocupaban en la sociedad boliviana se dieron en el campo sociocultural gracias al propio y constante activismo de las mismas mujeres y no gracias al gobierno revolucionario. De todas formas, y por esto no hay que dejar de celebrar y alegrarse, las mujeres ya habían logrado abrir puertas y caminos que permanecen abiertos. Comenzaron, por ejemplo, a participar en el gobierno como diputadas, sin importar cuan pocas fueran. La participación generalizada de las mujeres latinoamericanas en la esfera pública no se dio hasta la década de 1970. En el caso boliviano el cambio se dio aún después, puesto que en 1964 el país cayó víctima de un gobierno militar más y todos los movimientos de activismo político y de resistencia social fueron apagados por dos décadas. Recién durante la década de 1980 las mujeres pudieron recomenzar su trabajo para establecer nuevas formas de organización para avanzar en sus propias luchas. Y pues, en esas andamos.

Estelí

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